





Este capítulo se centrará en la forma que toma el término del lado izquierdo de esta ecuación en el caso de los seres humanos. Una discusión más completa, la que incluirá varios procesos de pérdida o de ganancia de calor en los animales en general, se realizará más adelante, en el capítulo Regulación de la Temperatura en los Animales de Sangre Caliente.
Es sabido que una forma de conocer el aporte energético de los alimentos es midiendo directamente cuánto calor liberan en un proceso de combustión. Ello permite asignar tasas de producción, en kJ/g, por ejemplo, a los diferentes tipos de alimentos. Así se ha determinado, por ejemplo, que el aporte energético de las grasas es de 38,9 kJ/g. Midiendo el aporte de cada tipo de alimento es posible entonces conocer cuánta energía interna ha ganado el cuerpo por metabolismo, si se conoce la cantidad y el tipo de alimentos consumidos.
Si bien el proceso anterior es, en principio, sencillo de realizar, en muchos casos se torna impráctico, sobre todo si se desea analizar el balance energético de animales. ¿Cómo saber qué tipo de alimento y en qué cantidad consumió una larva, por ejemplo? Afortunadamente la naturaleza ha provisto un modo alternativo muy sencillo de determinar el contenido energético de los alimentos consumidos. El asunto es que, si bien los distintos tipos de alimentos tienen un aporte distinto de energía, este aporte de energía es casi independiente del tipo de alimento si se expresa en consumo de oxígeno respirado. En otras palabras, si bien el aporte energético de las grasas es prácticamente el doble del de las proteínas, por ejemplo, la cantidad de energía obtenida por litro de oxígeno respirado es muy similar en ambos casos. Y lo mismo sucede con otros tipos de alimento, como muestra la siguiente tabla (tomada del Kane y Sternheim):
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